De regreso a el infierno sucursal Mexicali, mi vuelo tenía casi una hora de retraso por las lluvias.
Recordé que aún traía en la cartera una tarjeta de crédito american express doradita de esas con beneficios en la aerolínea, pero que cancele hace poco porque la anualidad era ridículamente excesiva.
¿Porque nunca rompí el plástico? No lo se, quizá porque en mi cartera se ve bonita tapando -lo confieso- una de Suburbia.
Me fui muy decidida a la sala VIP. La mostré, feliz de darme cuenta que solo revisan que el nombre coincida pero que no la verifican.
He de decir que no estaba segura de esto último y ya tenía ensayado mi actuación si me decían que declinaba y me mandaban de regreso pues pensaba decir :maldito mi ex marido, la canceló también , así como en las películas, por lo menos para hacerme la interesante.
Pero me dijeron como cuando si era miembro legitima: sea usted bienvenida y disfrute su espera.
Cuando iba de manera legal veía la tele y a lo mucho tomaba agua, si es que entraba, porque muchas veces (tal vez demasiadas) he llegado rayando apenitas para subirme al avión, así que se puede decir que nunca la disfruté.
Esta vez como debía esperar demasiado y pensando que esta era una de las poquísimas ocasiones en que le podía ganar una a la monopólica línea, usé su internet, tome coca ligth, cené dos cuernitos con jamón, comí cacahuates y para completar el fraude, antes de salir tomé una revista.
Por todas aquellas veces en que aeromexico me ha fregado a mi, aquí traigo mi Glamour del mes de julio, el gran botín.